Quitémosle hierro al asunto con un poco de humor.
Espero que los Fernández, padre e hijo, me perdonen esta licencia literaria. Pero son de esas situaciones en las que uno no se puede aguantar.
Imaginemos cómo será la entrevista de Manuel Fernández padre con, entre otros, Manuel Fernández hijo.
-Buenas, venimos por lo nuestro -dice M. Fernández junior.
-¿Lo nuestro, lo nuestro? ¿Qué es eso de lo nuestro? -responde M. Fernández padre.
-Pues que va ser, de lo mismo que hemos hablado esta mañana en el desayuno, y de lo mismo que llevamos hablando en casa desde hace veinte años -dice M. Fernández hijo.
- Pues no sé... No caigo. De verdad, no tengo ni idea.
-Papa, ¡El EX-PE-DIEN-TE de SE-GRE-GA-CION! -grita con rabia contenida M. Fernández jr.
-Ahhh. El Espediente de Segregación... ¿De San Pedro? -pregunta el padre en un desesperado deseo de seguir echando balones fuera.
-Pues de dónde va a ser, maldita sea, ¿acaso estamos hablando con el Defensor del Pueblo de Torre del Mar?
-Nooo, hombre, no. Pero este no es el sitio... Os habéis equivocado de ventanilla. Yo estoy aquí para ayudar a viejecitas que se caen con una alcantarilla mal puesta, o para aquellos que tienen un bar debajo de su casa y les molesta la música, o el típico caso del perrito que se caga todos los días en un portal. Lo vuestro...bueno, vamos a decir que lo nuestro, eso, para Chamizo, hombre. Yo si queréis os arreglo una entrevista con él. Claro, cuando me pongan secretaría, porque como podéis ver ahora yo no tengo más que el despacho, tres sillas y la mesa.
-¡Pues vaya m i e r d a! -exclama uno de los presentes.
-Nada, nada... A ver si después de veinte años voy a ser yo quien resuelva el tema del Expediente y encima me tenga que poner a mal con los que me han ha elegido, que vaya compromisos que me buscáis. Por no hablar de la loca de la Plaza de Toros, que como se entere de esto le da un síncope.
-Para este viaje no hacían falta tantas alforjas... -dice otro de los presentes.
-Nada, nada Chamizo es la solución. Y si se queda corto hablamos con Múgica. Y digo yo: ¿Por qué nunca desde la Independencia se ha acudido al Defensor del Pueblo para buscar su amparo? Esto lo pilla Chamizo y en unos añitos igual contesta.
-Pero...
-Ni pero ni leches. Iros con viento fresco, que además tengo una viuda esperándome a cuenta de una paga porque su marido fue carabinero durante la Guerra.
-Pero...
-Que te vas a condenar... Venga todo el mundo fuera.
La comitiva partió sin que sus componetes dijesen una sola palabra más. Desde la puerta del improvisado despacho M. Fernández padre los despidió a todos con una palmadita en el hombro y algún que otro apretón de manos. La indeferencia y el desdén pesaban en el ánimo de los que se marchaban.
Mientras se producía la despedida, un conserje del Polideportivo se acercaba con paso lento hasta M. Fernández padre. De un brazo asía a un señora muy mayor vestdia completamente de negro. Cuando el Adjunto al Defensor del Pueblo se quedó sólo, el conserje se dirigió a él con gesto fruncido y elevando el tono de voz:
-Yo esto ya lo veía venir. Este no es el sitio para instalar esta historia. Aquí la señora -el conserje la señaló con un dedo- se ha colado en la pista del pabellón en medio de un entrenamiento del Club Baloncesto San Pedro. Con tan mala suerte de que se la ha llevado por delante un pivot, y veremos a ver si no tiene algo roto. Pero es que encima no para de llamar a Chamizo, que dice que tiene una cita con él. Y digo yo que será usted, por aquello de lo del Defensor del Pueblo.
M. Fernandez padre se dio media vuelta, bajo la cabeza, y a media voz dijo: "Este pueblo no tiene solución". El bedel se quedó pasmado ante la actitud del Adjunto. Mientras, la viuda asida del brazo, con el rostro de dolor y algunas lagrimas cayéndole por su mejilla no paraba de balbucear: "¿Chamizo, dónde está Chamizo? ¿Este tío quien es? Yo quiero mi paguita..."
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